martes, 30 de agosto de 2011

Dixit: Elogio de la asociación libre

Dixit” O más específicamente, he dicho: dico, dicere, dixi, dictum, por su conjugación en Latín. Latín… suena a una lata chiquita. En cambio, latón suena a grande. O a ratón con pronunciación china. Latón es grande, ratón es chico. Gulliver tenía el tamaño de un ratón en Brobdingnag, pero era un gigante en Lilliput. Gigante como esos que se dice que recorrían la tierra en el albor de la humanidad, e incluso que habrían dibujado esas líneas en Nazca, Perú, para divertirse. ¿Hablarían latín los nazquenses?

(…)

Ah, perdonen. Es que estaba por comentar Dixit, el ganador del Spiel des Jahres edición 2010, y terminé yéndome por las ramas. Si estas digresiones son algo a lo que usted está acostumbrado, amigo lector, o encuentra algún tipo de solaz en ellas, puede estar mirando a su juego ideal. Si su mente suele perderse en cadenas de ideas, con la mirada perdida en un punto cualquiera; si le pasa a menudo que su pensamiento parte de un dato o pasaje concreto, y cuando vuelve en sí descubre que está enredado en cuestiones en apariencia inconexas o triviales, preguntándose si los insectos sudan o no: no dude más. Dixit no sólo premiará su distracción crónica, sino que le permitirá canalizarla en un fin útil. Con Dixit podrá aplicar sin culpas esa habilidad para el divague sistemático y la sinestesia conceptual, para encanto de familiares y amigos. Y todas las gracias deben ir al diseñador, Jean-Louis Roubira.



De qué se trata

Dixit se lo suele llamar un “party game”, de esos que pueden disfrutarse entre varios y que generalmente son livianos, alegres e ideales para acompañar con algún agasajo gastronómico. Ciertamente complejo no es, aunque esto no quiere decir que será accesible a cualquiera, en particular los más pequeños.

En este juego, los principales activos son la creatividad y la intuición. El gameplay se reduce a tratar de adivinar la carta que ha elegido un jugador designado como “Narrador” de entre un pequeño número de posibles cartas candidatas. Claro que si todo fuera cuestión de azar o de hacer ta-te-tí no estaríamos haciendo esta reseña. De hecho, el Narrador debe dar una pista que identifique a la carta en cuestión, pista que según su habilidad puede ser muy iluminadora o increíblemente oscura. Lo bueno es que aún cuando los demás jugadores no acierten a la carta correcta, todavía tendrán la chance de ganar algunos puntos en función de su propia viveza.

Pero ¿qué hay en esas misteriosas cartas? Echemos un vistazo…



Contenido



Los componentes de Dixit son bastante espartanos, sobre todo si consideramos el tamaño de la caja. En una bolsita viene un grupo de meeples de madera con forma de conejos (aunque se parecen a ardillas si los invertimos; las prolijas instrucciones en cinco idiomas que vienen con el juego no hacen, lamentablemente, ninguna referencia taxonómica) y unos cartones numerados de colores que se usarán en la fase de votación. Y después está, claro, el mazo de 80+ cartas de gran formato, el corazón de Dixit y lo único esencial de todo el conjunto, a tal punto que la secuela/expansión - Dixit 2 - sólo consiste en un mazo extra, solito y sin accesorios.

Ninguno de ellos, sin embargo,
viene con reloj o guantes blancos.

Sí, es verdad que la caja también funciona como marcador de puntos, y lo hace con un buen gusto a tono con el resto del paquete – las casillas del puntaje son lirios sobre los cuales retozarán los conejillos/ardillas multicolores, y el pozo central que alberga las fichas es una laguna.

Lo cierto es que cualquier papel y lápiz sirve perfectamente para la sobria función de llevar el score. Aún así, decíamos, no nos vamos a quejar, golosos de la estética que en definitiva somos.

Concentrémonos en las cartas, entonces, que impactan de entrada no sólo por su tamaño sino por su belleza. Exquisitamente ilustradas por la artista Marie Cardouat, cada una de ellas representa una escena salida de un mundo de fantasía, o a veces uno cotidiano en el cual vibra un elemento fantástico. Muchas, de yuxtaposiciones caprichosas, evocan la naturaleza de los sueños. Algunas relatan algún acontecimiento, otras simplemente presentan una criatura, un objeto, un lugar. Todas, sin excepción, atraen, encantan y desafían espontáneamente a buscar una descripción que les haga justicia. Que es justamente de lo que se trata Dixit.






Cómo funciona

Con todo lo lindo que uno puede decir de Dixit, la originalidad no es uno de sus puntos fuertes. Apenas conocimos las reglas nos vino a la mente un juego de mecánica muy similar, salvando las distancias de implementación. Estamos hablando del famoso juego del diccionario, conocido en su variante comercial local como Bleff. En aquel juego, el jugador que hace de Coordinador selecciona una tarjeta con una palabra más o menos rebuscada (en la versión “casera”, por supuesto, los vocablos se sacaban de un diccionario real) y cuya definición sea un enigma para la mayoría de los participantes. Acto seguido los demás jugadores inventan y escriben sus propias definiciones, que entregan en secreto al Coordinador para que las mezcle con la definición real. El Coordinador lee al final todos los textos recibidos, los jugadores votan por el significado que les suene más "oficial", y los que acierten ganan puntos. El juego sigue otra ronda con un coordinador distinto hasta que alguien alcance una suma de puntos predeterminada.

Y parecía una cartera tan inocente...
Dixit funciona de manera básicamente idéntica, pero con elementos verbales y visuales. Después de repartirse 6 cartas a cada jugador, uno de ellos es designado como Narrador (storyteller) por el resto del turno. Las funciones del Narrador son muy similares a las del coordinador del Bleff, sólo que esta vez en lugar de decir la palabra a definir debe dar una pista que de alguna forma sugiera, evoque o se asemeje a la imagen de la carta que seleccionó. Tras la pista, los demás jugadores buscarán entre sus propias cartas alguna con una escena que se ajuste lo más posible a la pista otorgada por el Narrador, y se la entregarán boca abajo de modo que nadie más la pueda ver. Una vez que ha recibido todas las cartas “falsas” de mano de los jugadores, el Narrador pondrá todas sobre la mesa de modo que los demás jugadores puedan votar por la cual crean que es la carta original. Los que acierten con su votación recibirán puntos, pero también recibirán (menos) los dueños de las cartas que, siendo “falsas”, hayan recibido votos. El score se actualiza –ya sea con el lápiz o haciendo retozar los conejos/ardillas- y se pasa a la siguiente ronda con otro Narrador.

Piénsenlo. Nada más piénsenlo.
Pero un momento, dirán los lectores más perspicaces. Si los jugadores ganan puntos acertando a la carta del Narrador en base a una pista, ¿qué le impide a éste desorientarlos por completo con una pista totalmente vaga o ambigua? Este problema no existe en el Bleff, donde tanto la palabra original como su definición existen en el mundo real y el Coordinador no tiene esta libertad. Dixit sale del paso con un recurso ingenioso. Pese a no participar en la votación, el Narrador también tiene la chance de ganar puntos, con dos restricciones. No ganará ninguno si la pista es demasiado fácil, es decir si todos aciertan su carta. Pero lo interesante es que tampoco ganará puntos si NADIE acierta su carta. Esto pone una presión importante sobre el Narrador, quien deberá ingeniárselas no sólo para no ser tan literal u obvio como para que todo el mundo pesque enseguida cuál es su carta, sino para no ser tan abstracto o indirecto como para que nadie tenga la más peregrina idea.

Esta doble penalización hace que la creación de una buena pista sea de importancia crucial para el Narrador de turno, y principal fuente de sus desvelos. Y no por nada el juego es muy generoso en cuanto al formato de las pistas admitidas: para “describir” su carta el Narrador puede usar frases, palabras o poemas, pero también canciones, sonidos o gestos. Sea lo que sea, al final deberá enfrentarse a la implacable votación del resto de los jugadores, quienes serán los que determinen en definitiva cuán bien pudo mantenerse entre los extremos.



En resumen

Cualquiera haya sido el motivo
de la ruptura, Osito parece lamentarla.
Muy poca gente puede resistirse a Dixit. Sea por lo simple de la mecánica o lo atractivo de los componentes, el juego está en la mesa en un santiamén y hasta los más reacios están jugando antes de darse cuenta. Cosa que no podría ocurrir con el Bleff, que requiere bastante más dedicación de parte de sus jugadores, amén de una cierta homogeneidad en el dominio de lenguaje y la escritura (ya que es bastante fácil identificar las definiciones falsas que intentan imitar sin éxito el “estilo diccionario”). Dixit, por el contrario, es liviano como pluma y lo que le pide al jugador es algo muy distinto. Tal vez el aspecto más intimidante es el del rol del Narrador, que tarde o temprano le toca a todos. Extraer una buena pista de una imagen surreal puede ser difícil, pero también genera muchas risas. Y risas oiréis, y muchas, durante Dixit, sobre todo cuando debáis elegir una carta “falsa” propia en base a la pista del Narrador y absolutamente ninguna de las que poseáis le pegue ni cerca del poste. Hombre. El momento en que se revelan los dueños de las cartas falsas y se escuchan las razones por las que postularon a sus patéticas candidatas suele ser uno de los más jocosos.

Hay un par de puntos negativos a tener en cuenta. Uno de los obvios queda claro tras un par de sesiones: las cartas empiezan a repetirse y a “verse” mucho. Conocer todas las imágenes y haber ya creado pistas en base a varias le quita un poco de lustre a partidas subsiguientes, aunque las posibilidades que cada imagen brinda son en principio ilimitadas. El tope es la imaginación y la creatividad del Narrador de turno. Esto, sin embargo, puede representar otro escollo: algunas personas sienten que no están a la altura de las circunstancias, como el típico caso de quien no quiere jugar a Pictionary porque “no sabe dibujar”. La variante en este caso puede ir por el lado de "soy malísimo/a imaginando". Sin embargo, vemos que Dixit promueve una atmósfera relajada y cordial, tal vez inspirada por la misma calidez de las imágenes, y normalmente el jugador arisco termina cediendo al reto de darle una identidad a esa ciudad de huevos duros con ventanas, al gato pintor de la escena marítima que cobra vida o al hombre aparentemente vestido con Post-Its que camina por el desierto.

Dixit consume 100% recursos
de hemisferio derecho.
Pero tal vez la contra más inesperada sea que, con todo el color y la diversión light que promete Dixit, no se trata de un juego especialmente sencillo para los más pequeños. Que no engañe a nadie su aspecto despreocupado en cuanto al desafío mental que plantea. El caso es que el adulto normalmente puede echar mano a un arsenal de referencias culturales propias en la preparación de sus pistas, asociaciones y deducciones: los niños tienden a una literalidad extrema o una abstracción muy básica y esto los deja efectivamente fuera del rol del Narrador - siempre que se quiera, obviamente, jugar "en serio". Para estos casos en que jueguen adultos y niños, la solución que sugerimos es simplemente formar parejas para nivelar el terreno. Nada lo impide. Con Fran 6.10, uno de los fans más exigentes en casa, esto nos funciona de perillas.

Dixit es sucedido por Dixit 2 y Dixit Odyssey, de los cuales no tenemos referencias. Por ahora seguimos disfrutando la primera parte. Es, sencillamente, una experiencia distinta y muy divertida que recomendamos con entusiasmo, sobre todo para grupos de 5-6 personas.


Título: Dixit
Idioma: Inglés/Español/Francés/Alemán (no se necesita conocimiento del lenguaje)
Jugadores: 2-6
Edad recomendada por este blog: de 10 años en adelante; 6 años con ayuda de adultos
Ficha en BoardGameGeekhttp://boardgamegeek.com/image/547794/dixit

1 comentario:

EurojuegosBsAs dijo...

Excelente reseña nuevamente. Para referencia, Dixit 2 es un nuevo mazo de cartas y Dixit Odyssey es una caja con un nuevo mazo y espacio para llevar los dos mazos anteriores. Además, Odyssey trae conejitos para jugar de hasta 12 personas.

A diferencia del "Diccionario", Dixit solamente te exige ser CREATIVO en el rol de narrador. Cuando los otros son narradores (la gran parte del juego), entra a jugar la ASTUCIA de elegir una carta propia para confundir. Así que resulta mucho más relajado para personas menos expresivas. Por otra parte, en el Diccionario tenés que escribir tu pista, pero jugando Dixit, vi pistas enunciadas, recitadas, cantadas, y hasta con mímica. Todo vale y lo hace más divertido, inteligente y dinámico.

De todos modos, coincido que los chicos pequeños tal vez no tengan la picardía necesaria. De la misma editora y con las mismas ilustraciones para chicos de 6 a 10 años (con un adulto de narrador) está Fábula.